viernes, 29 de agosto de 2014

Vivir para instantes de eternidad

Empujo las manecillas del tiempo, ansioso por que llegue la hora del encuentro, de explotar en fuegos de emociones. Ser uno en dos, ahora que se que la vida me reservaba tal catarata de vida, cuando ya comenzaba a aceptar mi figura de ser solitario. 
Probado el manjar reservado a dioses, nada hay que alimente ya, nada que sacie mi hambre, mas que en el encuentro con el universo, contenido en los ojos de quien me mira, prendiendo una pasión ignorada por tiempo, ya no puedo vivir en el pasado, ya no quiero mirar atrás, donde se pierde mi persistente deambular sin dirección.
Porque ahora me dedicaré a cuidar lo que en mi pecho late, a escucharlo cuando susurra en cálido aliento de vida. Nada hay más importante, desde el momento del encuentro, del reconocimiento mutuo. Seré el jardinero que abone la tierra, para recibir sus frutos, rosales coloreando mi hogar.
Puesto que vivir sin él es sobrevivir a la muerte, que supone no saber para que existir, llenarse de posesiones marchitas, que niegan el latir juguetón de un corazón desbocado por el deseo.
Sensaciones enterradas bajo la piel, atraídas por el reencuentro de mi otro yo, que comunican en invisibles raíles, logrando sentir como propio el sentir de la compañía, impulsando una ferviente voluntad de servicio, de ver reinar sus luceros, bajo una sonrisa. Sentir como propio las emociones nacidas en mi otra piel, en mi otra vida, que complementa la propia, bebiendo el frescor del agua brotando de la fuente de sus labios. Regenerando mis pensamientos, resucitando mis sentimientos, que viven incluso en la añoranza del encuentro. Dulce y ansiosa espera, que alarga a medida que el deseo se fortalece.
Vivir llenándose de vida, hasta cubrir toda la existencia. Ser jardinero de emociones, que contempla como en libertad estalla el nacimiento de cada segundo, como un eterno instante. Dedicar la vida a ser enredado en sus alegres caprichos, dejando que me esculpa, puliendo mi superficie para reflejar la mejor imagen, aquella oculta tras las formas esenciales. Vivir para instantes de eternidad es mi nuevo destino.

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