jueves, 28 de agosto de 2014

El vacío

Sentir el derroche de silencios, marchando por el sumidero del olvido, mientras en vano intento se sostiene un cansino peregrinar por el desierto. Sentir perderse las penas, como último reducto de una quebrada identidad, fraccionando los recuerdos, en tiras deshilachadas, tras tanto tiempo soportando la única realidad pensada. Sentir la soledad despedirse, dejando la nada como compañía, succionando los últimos reductos de una desolada morada. Persistiendo en un abandono ignorado, quedando expuesto a las inclemencias ingobernables. Sentir que ni derrotas quedan en los vacíos estantes, para ser único en el particular mundo.
Ser extraño para mi, reflejo del espejo irreconocible, transmitiendo la ausencia de carácter, un rostro diluido en el tiempo. Renuncia de una biografía que perdí, sin saber donde.
Quebradizos pasos se pierden, sin dejar huellas, sin ser temidos apenas, y sigilosos conducen a un espacio desaparecido. Dolores que renuncian a llegar, sabedores de no poder imponer su voluntad, es el reino del vacío, donde no cabe la vida.
Así se esfuman las horas, franqueado por guardaespaldas que impiden la cercanía de todo sentir, así la existencia pierde su nombre, y las palabras son abandonadas en la cuneta. Nada queda por describir.
Desconexión inevitable, dejando en eterna espera la llegada un gramo de emoción, que descongele el frío existir, sólo un gramo que pueda atravesar los poros del aislamiento, para sentir que aún vivo.
Llegaran soles y lunas, frío y calor, que no podrán ser invitados a compartir espacio, y el tiempo no será, porque donde habito nada envejece.
Sentir que todo me olvida, y desaparece los vestigios de quien fui, como si no hubiese existido, siendo testigo del proceso, sin poder intervenir, eterno testigo del olvido.
Así es el vacío, que atrapa a quien no tiene encaje en el mundo, que transcurre a una velocidad inhumana, desechando a quien no mantiene su ímpetu.

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