domingo, 24 de agosto de 2014

¿Cuanto pesa el silencio?

¿Cuánto pesa el silencio?, capaz de encorvar la espalda, de hundir la barbilla en un pecho acongojado. ¿Cuánto ocupa el silencio?, que apenas deja hueco para pensar con claridad, y enreda en la voluntad hasta aislarla. ¿Cuál el sentido del silencio?, que desprecia toda palabra, e ignora todo sentir, invitando a la soledad a sentarse a su diestra. ¿Cuántas voces se perdieron en el silencio?, impidiendo expresar lo que quema en el vientre, abandonando toda necesidad de gritar con el alma. ¿Cuántas palabras huecas inveta el silencio?, sonidos que enmascaran la más intima verdad, la más sincera realidad, que se olvida compartir. ¡Cuánto tiempo sin llenar la voz de vida!, sin permitir que me conozcan, sin abrir las puertas de mi interior, que el simple hecho de escuchar mi voz, la voz que únicamente imaginé en las solitarias horas, quebró el cristal que me recubría, protegiéndome de las inclemencias de la existencia. ¡Cuánto silencio acumulé!, ante la indiferencia de presencias que no acompañan, desconocimiento apuntalado de quienes somos, mientras la rutina se reproduzca diariamente. ¡Cuánto vacío en mis labios, trajo el silencio!, que ni los besos surgían por ellos, dejando una caverna donde el eco moría. ¡Cuánta vida se diluía en la ausencia de voz!, incapaz de cronstruir realidades en las que bañarse, despertando sensaciones dormidas. ¡Cuan largo fue el tiempo donde no hubo significado en mis palabras!, donde nada se pronunciaba, salvo para engañar al oído, con sonidos inventados.
Y hoy el peso del silencio va reduciéndose, y las heridas, que el eco de la voz no pronunciada produjo en mi garganta, sanan a medida que expreso palabras con sentido, que describo realidades vividas, llenas de sinceras verdades, y encuentro quien acoja mi sentir, quien desee ver con mis ojos el mundo, permitiendo sentir y llenar el vacío de mi mente, de gratos pensamientos. Ahora que el silencio es pronunciado, y así aligero el peso de la ausencia, alzo mi mirada y logro erguir mi espalda, para desde la altura de mi cuerpo explorar  la vida. 
Ahora que el silencio es el intervalo donde escucho o espero a acariciar palabras vivas, y beso el aire que rozan mis labios, comprendo el peso del silencio, entiendo el precio que me cobró durante su imposición, para inventar palabras que expresen mis sensaciones, e impedir pagar el tributo que reclama.

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