martes, 5 de agosto de 2014

Extensión si fin de un paraje que envuelve los sentidos, formas que contienen vida acumulada destilando aromas de pasión. Senderos de los peregrinos errantes, caminantes perpetuos en sintonía con la danza del mundo. Peregrinos de la nada que acumulan saberes desilachando vestiduras y caracteres. 
Huellas impregnan el curtido cuerpo, huellas de los avatares de su existir. Heridas atravesadas por los dardos de la emoción, sangrando razones y lógicas. Pureza infantil muestran al calor de las hogueras, cuando el cielo es iluminado por estrellas, relatando historias que no quedarán en los libros de historia. Voces pausadas inoculan la pasión por vivir, convirtiendo la existencia en una narración de fantasía. 
Carriles que escogen a quienes pagan prenda, invitando a un viaje sin fin, carriles personalizados donde compartir los descubrimientos del día, de ello hablan los peregrinos de la vida, compartiendo el vacío de la existencia, vacío que se llena de voces y emoción a cada encuentro. 
Desprenderse de todo yo para explorar la vida, desprenderse de toda vestimenta para sentir el tacto del sol y el viento, deprenderse de toda posesión para tenerlo todo, desprenderse de toda explicación para sentir la vida. Escoger la vía del desprendimiento grita el paraje que envuelve al visitante de sus entrañas. Desprendimiento para convertirse en peregrino.
Saborear el polvo que el viento asciende, saborearlo a cada instante y así alimentar a los pies que nos conduce.

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