miércoles, 13 de agosto de 2014

A contracorriente

En el revuelo que la vida se convirtió, nada sin remedio, contracorriente, con sus fuerzas, esperando no ahogarse en sus lágrimas. Intenta recomponer su hogar, recolocar los muebles deordenados, limpiar el polvo acumulado tras años de supervivencia. En un caos que desmonta toda pretensión de normalidad, procura guerdar el libro de su existencia en la estantería de los recuerdos, mientras busca el libro de páginas en blanco donde reahacer su novela. Y decidir que objetos quedaron obsoletos para abandonarlos en el mercadillo de necesidades, al cual se dirige para intercambiar sensaciones, nuevos sentimientos con los que viajar por el mundo, que se estrechó hasta empequeñecer el habitáculo donde vive, reducir el aire a la mínima expresión, no suendo suficiente para llenar unos agotados pulmones. Mareos del alma que busca escapar del cúmulo de objetos, invadiendo un espacio vital amenazado por desaparecer, sin no se tira por la ventana trastos viejos, recuerdos ya vistos inúmerables veces.
Y se amenaza a su precario equilibrio a cada brazada, que aleja del lugar inerte. Llantos que ensanchan la profundidad del mar en el cual flota, gracias a los flotadores de una esperazan e ilusión. Que por momentos parece lejos, y en otros roza con las llemas de sus dedos, tacto reactivado que acaricia el necesario espacio que permita entrar en su interior los nuevos sentimientos, surgidos al albor de un terremoto llamado pasión.
Todo ello surge mientras camina aún por la misma roida alfombra que impide el contacto con la hierba, en una división que agrieta todo razonamiento. Sigilo en su caminar ante la incertidumbre de un deseo aclamado por su corazón, sigilo que conduce al paraiso imaginado, incluso en los días de rutinas. Gritos silenciosos que un día rugieron ante la sorpresa de sus labios, cuando beso la frontera de su alegría.
Pero todavía ha de abandonar lastre, que permita aligerar el peso de un hogar oculto tras el desorden, y así poder redecorar su piel. 
Con el valor del cansancio, zambulle su cabeza en el agua, buceando en su ser para encontrar sentido al estallido de una vida ausente. En el silencio de las profundidades, donde no alcanza la voz, escucha sus anhelos, recluidos en apartados de correo, donde se acumularon al olvidar recoger la correspondencia de su espíritu.
LLora y ríe en sucesión insaciable de emociones, que liberadas de su condena, juguetean con el cuerpo que se estremece de vida, pura vida que reclama su presencia para nacer.

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