martes, 5 de agosto de 2014

Contemplo mi vida en esta etapa, cuando retrospectiva, y tras terminar el ciclo de educación emocional, se inicia un proceso profundo de cambio en mí, tanto en lo externo como en lo externo, como si lo aprendido tuviese que se grabado mediante el verdadero acto de fe que es la actuación. Todo empieza con perdidas, y creo haber tenido alguna de las más significativas, ruptura sentimental, perdí el trabajo con lo que supone de merma económica, mi salud se deterioró tan rápido que en breve me operaran de hernia discal, mostrándome aquellos aspectos que no podría ejecutar, como pasear por el monte, o las dificultades para realizar la compra cargado, mi padre falleció, y inicialmente surgieron sentimientos de frustración, de enfado acumulado durante tiempo, hasta que descubrí que parte de lo que ocurría respondía a dos razones, la perdida de disfrute, de conexión con mi realidad, que me conducía a la inanición, a ser un inmenso esfuerzo barrer, levantarse por la mañana, y cualquier acto cotidiano, y al profundo deseo de cambio, temido, pero deseado.
Con esto lo ocurrió es que una de mis pasiones más gratificantes surgió como respuesta a aquel pozo en el que me hallaba escribir, mas no escribí de lo que me sucedía, sino intuitivamente busqué al niño que se atrevía a soñar, y confió en el adulto que soy observando el recorrido de mis heridas y alegrías, de esta forma, aceptando mi rendición, un día descubrí que mi embarcación reflotaba, y pude ver las recompensas de ello, y pude distinguir entre dolor u sufrimiento, y buscar mi futuro en mi interior.
Ahora que escribiré unos manuales y siento la tristeza no rechazándola ni a ella ni ninguna de las otras emociones catalogadas como perjudiciales, porque no lo son, pues cada emoción cumple una necesaria función en mi vida, y se que la felicidad es consecuencia de ser, no teniéndola que buscar, y siento que es lo que profundamente deseo agradezco el golpe recibido.
Gracias a los que me acompañaron.

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