martes, 5 de agosto de 2014

El espacio que nos contiene, acercándonos hasta sentir el aliento, guarda la verdad que no se pronuncia, las palabras que pronunciamos, interrumpiendo el silencio, no muestran toda la certeza de los pensamientos. El tacto que traduce los significados de las caricias y abrazos, no convence al deseo que cree realizarse. Y permanecemos juntos, a una distancia de un brazo extendido, sonriendo con las ocurrencias, viéndonos al son de ritmo del tiempo transcurrido, desde que unimos nuestras vidas, guardando recuerdos compartidas, con diversas lecturas. Llevamos palabras de consuelos, de aliento, de ilusión, de cariño, en alforjas de nuestra memoria, múltiples palabras a las que recurrir cuando dudar de uno, cuando decidir proseguir juntos.
 Cuando renunciamos al final, que en ocasiones es considerado, mirando al entorno, donde centramos la atención. Cuando renunciamos a pronunciar felicidad, convencidos de ser una quimera, amor al darlo por supuesto debido al tiempo que vivimos juntos, o bienestar porque la vida es dura. Cuando evitamos el silencio donde escuchar sentimientos que encajan en nuestras vidas relatadas, y buscamos compañía para sentir que no somos personas solitarias. Actos, palabras que sólo recubren la superficie, quedándose en la epidermis, como narcóticos necesarios para mantener un modelo de existencia, pero que no acallan el vacío que cual agujero de ozono, hallé en mi.
 Soledad que se espanta ante las conversaciones que no hablan del hambre de llenarme de ti, de poder llorar sin que se frene el torrente de agua, de permanecer en silencio sin sentir incomodidad, de sentir tu mano penetrando en mi interior, dando calor en los fríos días.
 Soledad al no saber quien eres, y ni siquiera saber quien soy, cansada de representar tantos papeles, que niego sentir lo mío, si la madre, o ferviente esposa, indican que no corresponde.
 Pues no es la corta distancia lo que impide el sentirse sola, distancia que no impide obviar a quien tus ojos ven, dando como ideal el hecho de no haber cambiado, ni existencias de sorpresa, ni interés en conocernos día a día, ni vivir experiencias nuevas. Planteamiento este que nos distanció, y nos relegó a un mundo de soledad.
 Y no sirve que puntuales momentos, situaciones críticas, se actúe como apagafuegos, para que todo permanezca igual, ya me canse de las flores de reconciliación, de los viajes que distraen de los problemas, y ahí radica la cuestión, temimos afrontar los problemas, debido a la idea de la posible separación, hecho que ha sucedido de facto, camuflado por la cercanía de dos cuerpos que miran en direcciones opuestas.
 Duele esta soledad, porque puedo sentir la cercanía, y la compañía, nada de ello sucede, convirtiéndose en un alimento imposible de coger por milímetros, un tortura que tapa con otras torturas controladas, como beber en esos momentos que se evidencia más la soledad, o callar evitando importunar, o aguantar como signo de digna persona, o renunciar al placer por no ser lo correcto.
 Se que digo locuras ante una mente organizada, que existen peligros si pretendo dar forma a una soledad, y por ello me sobras, incluso me estorbas no encajando con el paisaje. Seré apátrida y vagaré hasta que encuentre un rincón que pueda denominar hogar, y no sienta esta soledad que me devora. Posiblemente me repudies, me denigres al expresar una verdad como esta, mostrando el listado de objetos por los cuales debía ser feliz, pero sólo necesite que tu mirada no viera mis ojos, sino el alma de mi mirada, que tu mano me entregara tu pasión de vivir, que mostrases verdadero interés por mi, y miraras de vez en cuando el mundo a través de mis ojos, y caminaras con mis sandalias. Que te dejaras sorprender y me sorprendieras, para así escogerte siempre.

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