Empapo mi piel con lágrimas sordas, que desparraman la
nostalgia de un futuro perdido, la melancolía por los descosidos que surgen en
mi mapa existencial. Empapo el ambiente del mar que ahoga mis ojos, chorros de
desesperanza, que evidencia la soledad de un ausente mundo, rota sólo por
sencillas manos que limpian el polvo de mi piel. Mas hoy empapo las horas que
me habitan, en recogimiento del alma, que se niega a despertar en este día,
cansado de esperar lo que no llega.
Limpieza del desván tirando en ríos de soledad,
emociones acumuladas, pensamientos abandonados, recuerdos olvidados, futuros
enterrados. Limpieza que deja al descubierto el necesario vacío para ser
relleno de inciertos instantes. Limpieza con el agua de una nostalgia
melancólica.
Empapo las venas de desechos cumulados en rincones de
mi mente, triunfos que lejanos quedan, fluyen por el torrente sanguíneo,
esposados a sonoras derrotas.
Y sangra mi silencio, de gemidos sonando más puros que
toda palabra, gemidos que describen a la perfección el estado del alma, el peso
de la ausencia, enterrando sueños desterrados.
Lluvia regando un inerte campo que logra retener el
agua, desértico páramo tras años de sequía, de infértil lucha contra la
adversidad.
Deslucido panorama, que enciende la lucidez de un
fugaz momento, donde todo se ve. Y aún así, exhausto, prosigue el corazón
bombeando sangre, que renueve la energía perdida, las fuerzas consumidas,
prosigue en su empeño de resistir para vencer, a pesar del diluvio que empaña
el cuerpo.
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