martes, 30 de septiembre de 2014

Sin exigencias

La vida se manifiesta en una apuesta de todo o nada, ante las dudas que por momentos surgen, sobre si se acertó o erró. Dilemas que gritan, cuando no hay vuelta atrás y parece todo perdido, en un pensamiento dicotómico, entre ganancias y perdidas. Pero en realidad el dilema es entre sentir la vida, o morir viviendo. Lo que no impide sentir la angustia, ni la desesperanza. 
Una pasión es lo que se necesita para casarse con la existencia, en lugar de mantener un matrimonio en guerra, desagarrado el espíritu. Ausente de sensación salvo el vacío persistente. 
El juego necesario para permanecer atento, en una entrega absoluta. Buscando constantemente experimentar la vida, rozando la muerte si es necesario. 
Atravesar el bosque de desilusiones, el desierto de la espera, es en ocasiones necesario, porque no se pretende vivir en un narcótico estado de alegría, sino sentir en plenitud la vida, afrontando los riesgos necesarios. No arriesgando la vida, en permanente frivolidad, sino frente a un deseo que despierta la pasión.
Respira la tensión que antecede a la calma, templadas horas que provienen de rozar la meta, que una vez atravesada se convertirá en la salida del nuevo reto. Tras retozar con la satisfacción de lo vivido, oteando el horizonte por donde las huellas nos recuerdan. Sabiduría recibida entre el polvo del camino, regalo obtenido por la existencia, por la hoguera de la pasión que encendió el ánimo aventurero. Sabiduría de sencillez, que reclama el deseo puro.
Frente a la norma exigida, que excluye el fuego interno, se contrapone la vida, pura vida, que no entiende de normas humanas. Que no exige, mas si invita a su regazo, negando condiciones, en una entrega plena. 
 
 

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