domingo, 7 de septiembre de 2014

La noche ilumina.

La noche alcanza mis nocturnos deseos, un manto oscuro donde la luz es evidente. Despliega su esencia en silencio, esperando que las palabras hagan acto de presencia. Recogiendo la voz acumulada de las emociones, generadas a lo largo del día. 
Vibra el cuerpo, cuando la razón retoma su reposo, sensaciones que evidencian la vida que fluye en mi interior. Verdades que al sol cuesta reconocer, aparecen en las horas mágicas, del final del día. 
En silencio pronuncio mis emociones,  la satisfacción de la tarea cumplida, la añoranza de la mujer amada, la esperanza de un futuro creándose acto a acto, el pensamiento dedicado para el familiar querido, y el reflejo de quien soy, en el espejo de mi mente. 
Todo fluye por mi ser, desfilando sin pausa, evidenciando la existencia inacabada, donde en calma soy espectador y actor. Fluye erizando el alma, gracias a la cual aún sigo en pie, rebuscando ilusiones que permita realizar el nuevo futuro.
Quedan espacios por rellenar, vacíos que cubrir, para alcanzar la meta, desde la cual comenzar. Movimiento perenne, exigido para sentir la vida, derroteros por donde explorar la existencia, otros finales y comienzos que han de llegar, despertando del letargo donde descubrirme.
El cansancio de hoy será el fruto del mañana, no de un lejano mañana, sino del instante siguiente, cuando en espera lleguen los deseos regados. 
Cambios continuos esculpiendo mi presencia. Huellas convertidas en emociones recordadas, en noches como esta, en momentos de confusión, para no olvidar quien soy, ni hacia donde voy.
Los logros son el regalo último del disfrute vivido, el postre al banquete de la aventura cotidiana. Dulcificando todo esfuerzo requerido, para iniciar nueva empresa, atendiendo a los detalles.
Y la noche ilumina en encuentro conmigo, escuchando mi silenciosa voz, los beso recibidos, las historias narradas, la ternura acariciada, la esperanza alimentada, los recuerdos tejidos a lo largo del día. 

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