viernes, 26 de septiembre de 2014

No todo se compra

No todo tiene un precio, mas si un valor que aporta sentido al vivir. No todo se puede comprar, porque el valor de los gestos verdaderos de la vida, son actos puros de entrega. No todo se encuentra tras escaparates, sino oculto tras la invisible mano de un corazón, se recibe los afectos reales. No todo se produce para recibir riquezas monetarias, el consuelo de una caricia enriquece el silencio, trenzando sólidos lazos que unifica el alma. Compañía que fortalece el espíritu, sin ir al mercado a especular.
No todo es un fluctuar de precios, ni adquisiciones con las que adornar el vacío, que se rellena únicamente del cariño sincero. Por ello huyo del mercantilismo, del trafico de favores, pervirtiendo los afectos, encadenando la existencia a las exigencias del libre mercado, ahogando los sueños en mares de posesiones, donde se es en función de una utilidad incierta. Pieza de escaparate, que pasado de moda se envía al estercolero.
No todo es un comercio, devorando los paseos gratuitos por las calles de las ciudades, anulando el lenguaje sincero, que en plazas reúnen a conciudadanos, entre el alegre bullicio. Lugares de ensueño, olvidados por castillos inexpugnables, donde imaginar segura vida, encerrando tras sus muros, la ingobernable vida.
No todo es posesión, porque hay actos de entrega, que revitaliza a quien los recibe, y quien los ofrece por igual, comportamientos que no pueden ser cuantificados. Momentos de vida, recordando el sentido de la existencia, razón por la cual se desarrolla las artes, lo que se añora en la escasez. Factores que son la naturaleza de lo humano.
No todo se aprende en escuelas de comercio, para ello hay que afrontar la vida tal cual se presenta, descubrir los misterios que permite ver nuestro auténtico rostro. Abrazos, besos, miradas, consuelo, alegría, parir desde el dolor, la nueva personalidad, lograr retos, levantarse del fracaso e insistir en los deseos, regalos cuando no son fechas señaladas, estrellas que embelesan, amaneceres que nos despiertan, se escapan a prescripciones económicas. Amarse desnudos, saltar vestidos, compartir silencios o segundos depositando palabras, sin esperar más que una sonrisa. Gestos del corazón alimentando las ganas de vivir.

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