lunes, 1 de septiembre de 2014

Fé en vivir.

Saltar sin red a los brazos de la vida, implica mantener la fe en sus bondades, que nos agarrara en fuerte brazos, y aunque el viento derrumbe los cascotes que una grieta separó, consolará nuestras penas, y las lágrimas que derramemos serán estancadas, para llenar de vida desiertos. 
Confiar en sus destinos, antes de ser realidad viviente, es suficiente recompensa para que nos acaricie, cual madre que acaba de dar a luz, dejando de dudar en su saber estar, y en su generosidad, que convierte en nada los reclamos infantiles.
Dejarse conducir por una voz llamada intuición, que la vida nos depositó, atravesando temores que cual fantasmales pretenden detenernos, en lúcida confianza en las bondades de vivir, de vivir en el regazo de la vida, aceptando el precio a pagar, el peso que nos impide ser viento de ensueños. Vaciarse de materiales desgastados, renovándonos. 
Rehacer el hogar donde habita la vida, confirmando  nuestro compromiso de existir, sin promesas ni juramentos, sino haciendo, sino caminando, sin palabras que emborronen los sentimientos, siguiendo el dicho de obras son amores y no buenas intenciones, porque obras se necesita para santificar la propia vida, gestos de amor que manifiesten nuestro vivir.

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