lunes, 30 de septiembre de 2013

Hay que amar en vida, con todo el alma, para saber renunciar, aceptando que no somos toda la vida, ni cubrimos todas las necesidades, ni siquiera somos todo el abono que permita desarrollarse. Asumir que otros brazos recorrerán su cuerpo, y la maravillaran otros labios, otras miradas, otras historias, otros lugares que recorrerá.
Hay que amar profundamente, renunciando a la propiedad, anteponiendo el bienestar que ocasiones no surgen de su compañía, momento donde el deseo y amor no confluye, y acallar el anhelo es la opción de amor, siendo testigo del vuelo que emprende.
Hay que amar intensamente, para contemplar la felicidad en su rostro, surgida de otras fuentes, sintiendo lo finito que se es, lo limitado que somos, por mucho que contengamos un universo. 
Amar con lágrimas en los ojos y sonrisa en los labios, sintiendo la grata debilidad que sólo muestra el amor sincero, necesaria para el encuentro, incluso en la despedida.
Hay que amar enteramente, para saber que ha de proseguir su viaje, que no fuistes el puerto final, sino un caladero donde reponerse, y contemplar como parte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario