martes, 24 de septiembre de 2013

EMBRIÁGUENSE

Hay que estar ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embriagarse sin descanso.

Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense.

Y si a veces, sobre las gradas de un palacio, sobre la verde hierba de una zanja, en la soledad huraña de su cuarto, la ebriedad ya atenuada o desaparecida ustedes se despiertan pregunten al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, pregúntenle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:

“¡Es hora de embriagarse!"
Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo,
¡embriáguense, embriáguense sin cesar!
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
Charles Baudelaire



Me lleno del aire que en la cornisa refresca mi cansancio, acariciando mi rostro hasta dirigir mi mirada al horizonte. Me lleno los pulmones del viento que penetra por mi nariz, insuflando vida y aligerando el peso del pensamiento. Embriagado abandono mi mente mareada, y vago por el espacio del ser, encontrándome repleto de miradas.
Abundancia de tu luz acompaña mi embriaguez, en la escasez del tiempo, y suenan las notas que tu voz pronuncian, ocupando el vacio con masajes del alma. Se suceden instantes, donde derrocho en abundancia hambre de vida, sed de vivencias que en la pobreza de mi ropaje me niego a reservar. Así estallan innumerables emociones, en fuegos de colores, que tiñen el cielo.
Consumo las horas, grabando en sus minuteros, los poemas que compuse, en cada encuentro con el más allá de mi cuerpo. Consumo incluso en la vigilia, donde mi ser inventa sueños de verdades, que al amanecer impulso a ser realidad. 
Despedí a la prudencia, que no al miedo que advierte, por imponer obstáculos a la vida, y con cincel dejé que golpearan en abundancia, puliendo la piedra que soy, para esculpir la estatua que oculto en su nucleo. Y del sobrante lo fundí en fuego, para amasar figurillas, o sangrarlos para escritura.
Emborrache mis sentidos, embriagado de líquidos, molí mis huesos, alcanzando cumbres, y danzando sin freno. Derroté mis energías en consumos irrefrenables, de impulsos vitales. Y me fundí con cada atardecer, siendo sueño en la noche, y anhelo en los amaneceres. 

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