jueves, 12 de septiembre de 2013

Empeñados en ser humanos

Golpean los costados ahogado toda respiración, e impidiendo que levantemos la cabeza, empeñado en seguir sombras, y doblegarnos. Hieren la piel, torturan el alma, vanalizando el sufrimiento humano. Y aún así levantamos la mirada al sol, y a rastras dejamos nuestra estela por el asfalto, y nos empeñamos en amarnos, gritando hasta perder la voz nuestra alegría, en un mundo de injusticias, que cada cual busca cubrir como puede, aunque a la vuelta de la esquina otro golpe tambalee nuestro precario equilibrio, y brindemos por la derrota que pueda llegar, en un acto de irreverencia al poder, sea este el del garrote, o el de la mente pensante, porque seguimos empeñados en ser humanos, marcados con la indiferencia al miedo que nos devora. Y mirando de frente, por más que quedemos ciegos.
Maldigo los que huyen del vivir en promesas de abundancias, sin sanar el frío del semejante, a quienes se empeñan en ser voz del oprimido, desde una tribuna de chanel, negando los oídos a quienes hablan en tabernas y plazas. Maldigo las promesas que posponen la entrada en el paraiso, cuando la sed se siente hoy. Maldigo la limpieza de quienes evitan mancharse el alma, con el dolor ajeno, de quienes se refugian tras el cristal de una cámara, vanalizando la vida, desposeyéndola de sentido, convirtiendo las lágrimas o sonrisas en espectáculos futiles, dirigido por un personaje que decide cuando llorar, cuando reir. Maldigo quienes vagan por los cielos, sin sentir la herida del rosal, convirtiendo el mundo en un remanso de paz, que bajo el felpudo guarda el necesario dolor, al ignorante que solo ve arte en el arcoiris, y no en las calles, por donde prosigue el empeño en ser humanos creadores. Seres que olvidan que en ocasiones hay que luchar, no por la victoria, sino por ser quienes somos, por dejar las migas de pan que conduzca a otra humanidad al paraiso.
Porque en esta vida que se empeñan en vendernosla, aún ocupamos plazas por la alegría de vivir, y protestamos con una sonrisa en los labios, sintiendo el dolor de quienes son golpeados por las porras, la indiferencia o el hambre. Y nos atrevemos a inventar otro mundo, otra vida, que no se comercialice en mercado alguno. Y compartimos la escasez, logrando la multiplicación del bienestar, y compartimos la soledad desde la absoluta desnudez, para encontrarnos en compañía, sintiendo la fuerza en los momentos de flaqueza. Porque seguimos empeñados en ser humanos, en ejercer la libertad y el amor, sin que nos lo expliquen, ni nos den permiso, y aceptamos el destino que a cada acto construimos, sabiendo que como mínimo lograremos desenmascaráles.
Pues eligo mi derrota a la victoria impuesta, si no hay más remedio, eligo mi sonrisa mellada, a una alegría enlatada. Mis equivocaciones a la certeza de los eslogans, mi tristeza a una felicida a medias. Si no hay más remedio.
Vivir desde lo humano que me habita, con cicatrices y dulces memoria, empeñado en no ser más que el humano que me habita...

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