martes, 7 de octubre de 2014

¿Donde esta la vejez?

Con 41 años desconozco si mi espíritu es joven o viejo, mas si noto que mi cuerpo no es el antaño. Aunque siempre hay una boca que por no ser besada, pronuncia la sabiduría de libro, expresando su sentencia, la cual es que el espíritu es joven, como si los años acumulados no tuvieran su importancia en el cuerpo, y las patas de gallo que aparecen, nada tuviese que ver con el envejecimiento. Yo miro mi espíritu, el cual en ocasiones se muestra cansado, en otras inquieto, mas nunca con las arrugas que surgen en mi piel.
Sentencia que ensalza la juventud, cuando la misma boca vacía cuestiona que desee ser un infante. Desconozco el extraño misterio, aún no tratado en cuarto milenio, que descalifica a quien desea ser niño, y por el cual el espíritu nunca es un infante, pero si joven. Concepto que se contrapone con el de vejez, a la cual se le atribuye actitudes de desgana, de pasividad, de aspectos considerados negativos por la sabiduría impopular. Frente al concepto joven que implica dinamismo, cual si mi cuerpo pudiera correr a la misma velocidad que hace 20 años, cuando la resaca no hacía acto de presencia, como si hubiese un motor funcionando permanentemente, motor que en algún momento desaparece.
Vivo en un estado social, desconociendo mi edad reflejada, puesto que si realizo comportamientos considerado infantiles, me reclaman madurez, la misma que se descalifica cuando actúas en consonancia a la edad biológica. Argumentando que la edad se lleva en el espíritu, obviando el desgaste del cuerpo. 
Dicen que soy joven, mas no tengo los beneficios de quienes tienen 20 años, reclamo que es silenciado con un madura. Sin saber si la madurez es del espíritu o del cuerpo, puesto que en breve comenzaré a ser una pasa.
Cierto es que no deje de ser curioso, como lo era de infante, cuando desconocía la existencia de un alma, y ni mucho menos que esta pudiera envejecer. Cuando ignoraba que el lenguaje se pudiera pervertir, de tal modo que se ajuste a un deseo a contranatura. Cuando obviaba que la madurez es el estado permanente de la juventud, época de inconsciencia y revolución hormonal. Cuando aún no aprendí que la sabiduría se adquiría con el tiempo. Curioso desconocimiento que me permitía explorar el mundo, vivir experiencia, desgastar el cuerpo a cambio de conocimiento.
Yo no sé si el espíritu es joven o viejo, conozco que el cuerpo envejece, y mi alma prosigue con la curiosidad infantil, que mira al espíritu y observa si es inquieto o pasivo, si juega con la vida o trata de domarla. 

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