sábado, 18 de octubre de 2014

Atrapando el futuro.

Raudo salta mi espíritu sobre la rendija entreabierta del futuro, salta a trompicones obstáculos, y a la fuerza ensancha el hueco, para dejar entrar el cuerpo, receptor de sensaciones, emociones que ayer se escapaban tras el cristal. 
Embadurnarme con el fango de la alegría, bañándome en los charcos que la lluvia dejó en el asfalto, mientras empujo al mundo en pos del futuro que me espera, sentado al sol, en la orilla de la vida, deseando llenar su vacío de mi presencia. Lucha fratricida, donde la vida se representa a si misma, presente en el sistema nervioso que recoge sus voces silenciosas, sensaciones de existir más allá de un relato imaginado.
Veloz recorro los centímetros que me separan del paraíso informal, no ocupado aún por mi existencia, dispuesto a derrumbar muros y fronteras, pues al no tener nada que perder, solo queda ganar, obtener una vida olvidada en los anales del olvido. Una vida que supo esperarme, y sonriente me guía a su encuentro, levantándome tras cada caída.
Oportunidad de saldar las penas que se impusieron, libre vuelvo al tablero del juego, a reír con todas mis sonrisas, y llorar con todas mis lágrimas, empapar la risa de lágrimas, llenar las lágrimas de sonoras carcajadas. 
Repuesto del vacío existencial, levanto la mirada al cielo, respirando el ansia por vivir, creo caminos en los parajes que me rodean, desnudo mi personalidad, para ser abrasado por el sol y golpeado por la brisa, recordando que despierto, quedó atrás el sueño de las penas, así que todo es victoria, triunfo de un beso que desarmo las cadenas de papel. 
Un beso que recordó como el cuerpo seguía dispuesto para sentir, recorrer de sensaciones la piel erizada, insuflando de aire la voluntad adormecida. Creer en los sueños que representados en las noches cosquilleaban el alma, creador de jardines, salto por el aire tratando de alcanzar el universo, el mismo que se refleja en mi corazón.
Actos sagrados son todos los comportamientos, gestos que reconcilia a la mente con la vida, sencillos gestos que se engrandecen en su sentido de ser, y al final siempre tu mirada, y a través de ella el futuro al alcance de un beso.
Arrasaré el desierto con las semillas de mi ilusión, regando sus campos con las aguas de mis ojos, para que en el presente florezcan esperanzas que ilusionen. Moveré montañas con mi deseo de nacer cada día, y soplaré al viento lo mucho que ame. Para llenar el olvido de recuerdos, con los cuales abrigarme en los días de frío desangelado, cuando la confusión me visite. Mi verdadero tesoro, mis verdaderas pertenencias. Las cuales diseminaré por los cuatro puntos cardinales, como modo de reconocerme en el mundo, de sentir que allá donde me halle está mi hogar. 

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