domingo, 10 de noviembre de 2013

Nadie tiene razón, salvo el festín de tu emoción, quien ignorante de recetas, ni sistemas filosóficos, simplente siente el ritmo de la existencia, se empaña del hálito del deseo, sin razones indisulubles. 
Vivir a pleno pulmón, relantizando el final inevitble, adelgazando la piel para que el viento deposite las semillas de lo desconocido, latir al son de Gaia.
No seguir avanzando, ni retrocediendo, porque eso implica exclusiva dirección, cuando en la rendondez de la tierra, no existe esquina para formar fronteras. Si el paisaje es siempre un horizonte hacia el cual emprender camino, eterno camino que nunca alcanza el horizonte. Así que camina, cuando el frío hiele la sangre, podrás oir en el silencio de tus labios, las notas de la vida, y sentir las caricias de la brisa, allí donde alguien dejó sus versos de amor. Y sientaté ante el ammanecer, cuando el sol calienta el espíritu, oteando el horizonte que te envuelve. Camina unido a otros caminantes, hasta que los pasos se bifurquen, agradecidos por la compañía. 
Camina, sin buscar respuestas, ya las recogeras en los arcenes del camino, en rocas que protegen la vegetación, camina con preguntas, preguntas que no distraigan el sentido de existir, VIVIR, vivir sin rechazar sentimiento alguno, sin juzgarlos, cual si fuesen tus hijos acéptalos. Su presencia conlleva sabiduría, y cuanta más sabiduría obtengas, te permitirá trasparsar al mundo invisible, el día que seas reclamado, sin el dolor del vacío, que implica no sentir la vida, así que no demores en impregnarte de sus sabores. Al fin de cuentas, todo esta abocado a desaparecer, menos la vida que permanece, que estuvo aquí antes de que fuesemos soñados y seguira una vez abandonemos la existencia.

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