Paseaba con su sonrisa puesta, en un día soleado, por calles llenas de vida, niños jugando en los parques, madre conversando, terrazas repletas de gargantas sedientas, sed de líquido, sed de compañía, donde expresar su necesidad de vociferar la frustración, la alegría, el amor, o evadirse de aroma a sulfuro desprendido por una realidad incomprensible. Y sobre todo necesidad de comprender, no ya la vida que fluye, sino el mundo que de golpe perdió los sueños que cada persona cuidó con mimo. Y entre revelaciones y ocultaciones las horas transcurren.
Pasea oteando cada rincón del barrio, admirando la belleza de cuerpos humanos, y los gestos de humanidad generosa que todavía se ofrece. Observando con el hambre de compartir el espacio junto a otras vidas, desentrañando sus motivaciones, buscando respuestas en cada gesto u expresión del resto de personajes. Mirando en profundidad, con la esperanza de encontrar sentido a su vida, y evitar recuerdos recientes de duchas frías por falta de pago, de búsquedas infructuosas de algún trabajo, mientras se lucha por mantener la dignidad, y inflar la esperanza, por ilusionarse gracias a lo que halla en el paseo diario.
Por suerte o gracias a su voluntad, la mayoría de los días halla un sentido a sus circunstancias, aunque en ocasiones le brote las lágrimas, encuentra una esperanza que rastrea nuevos caminos, y aunque lleguen a callejones sin salida, lo que importa es que mantiene su sonrisa y la mirada encendida maquinado respuestas nuevas que de sentido a su vida.
Por ello sigue soñando, cuando no se extasía con los juegos infantiles, o las caricias de amor, o se le enciende el corazón, cuando una idea nueva aflora a su mente. Y vive las frustraciones, unas veces con rabia, otras rozando la rendición, otras simplemente aceptándola, porque ha de salir a pasear con su mirada encendida, y su sonrisa puesta, en días soleados, o días nublados, o de decidir en que gastará los dos euros diarios presupuestados para comer.
Luego cuando regresa a casa, teme que le corten la luz, y busca reunir dinero para pagarla ya casi al final del plazo, e incluso en los días mejores sonríe ante la perspectiva de una rutina desarrollada para sobrevivir, y llega a decirse aún sigo vivo, y recibo la ayuda necesaria para mantener la embarcación, pero desea depender de la caridad, porque su orgullo le dicta que sus manos aún pueden ser utilizadas, y si no fuese así considera que el compromiso del estado ha de ser cumplido, pero no quiere caer en las garras de la caridad.
Y cuando siente que el cuerpo se tensiona, que su cabeza esta a punto de ebullición, brotan palabras que plasma en fondo blanco, suelta lo que no pudo volcar en oídos amigos, ya sea por no preocupar, o por que no sintió que se le estuviese para escuchar. Vuelca su voz silenciosa, y así libera la presión que dificulta su sonrisa y su profunda mirada, aún a costa de su sueño, en estados racionales o poseso, vuelca con rabia, o esperanza, y teclea cada letra que absorberá el universo paralelo del ciberespacio, donde siente a veces que ha de sortear panfletos propagandísticos, otras le reconforta algunos eslogan.
Prosigue su paseo, el encuentro mudo con otras personas, saludos a conocidos, sonrisa y mirada brillante, cabeza alta, pensamiento en aquello que corresponda según el ánimo del día, según el impacto de la realidad en sí, protegiendo su dignidad, cuando siente que es lo que queda.