miércoles, 23 de julio de 2014

Sentado

Miro a través de la ventana el cielo que me acompaña, bandadas de pájaros me transportan a lejanos paraisos, inalcanzables para los parqués bursátiles. Espacios en los cuales ser una esencia de mí mismo, diluida por el aire que respiro. 
Me siento en mi ventana en las horas del atardecer, a la par que mi persona recorre los otros paraisos, y como banda sonora suenan el trinar de pájaros. Me siento con todo el peso del cansancio acumulado, y regurgito los pesares que guarde en mi estómago. Respiro mi esencia, la cual me relaja, y me dispone a soñar y sentir lo que el mundo me negó.
Sentado observo las tonalidades de luz que el cielo compone. Sentado me acojo y recojo las perlas que el dolor creó. Sentado me alejo de una vida que no me pertenece, y reclamo la existencia de la cual soy parte. Sentado limpio las cavernas solitarias de mi corazón, altares que antes fueron hogares de quienes compartieron instantes conmigo, y hoy ya no están. Sentado espero el reflejo de mis deseos, el destino que subyace a en mis voces, en mis llantos, y en mis sonrisas. Sentado afronto el dífícil momento de ejecutar decisiones, de escoger opciones. Sentado realizo todo esto aislado de un mundo frío, en las alturas de mi casa.
Así llega la noche, y con ella la calma y la lucidez necesaria para ver mi verdad, ajeno a tanto ruido, a tanto consejo, a tanta verdad oficial. Así añoro la ternura que necesita mi piel, la mirada profunda que me refleja, desnudo de juicios de valor, en el rostro hermano de quien guarda mis palabras más verdaderas, mis voces más sinceras. El silencio de la noche, es el que aclamo en el día que me desgasta cruelmente, envuelto en preocupaciones y duras derrotas, logradas como triunfo. Por ello me entrego a mi ingente fantasía que me rescata en la torre inexpugnable de mi hogar.
Realidad alternativa a la existencia visible, que me transporta a ficciones más intensas, más puras que el drama vivido.

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