viernes, 6 de diciembre de 2013

Regresó a su hogar, tras una una vida repleta de experiencias, y habiendo cumplido todos sus sueños. En el zenit de su vida, el deseo más fuerte era sentarse en el quicio de la puerta de su casa, charlando u oteando el horizonte. Sin sobresaltos, apaciblemente disfrutar de cada día. Dedicar tiempo a recordar, evocar los amores que vivió en su vida, amores fraternal, carnales, amistoso, espiritual... Evocar los instantes que delimitan su recorrido vital, triunfos y derrotas que le dirreccionaron por el laberinto existencial. Recuerdos que transportan una dulce nostalgia y la satisfacción de haber vivido plenamente, sin juicios de valor, mas con la ternura de los años gozados.
Reencontrarse con los rincones donde transcurrio su infancia, y ahora transcurrirá su vejez, cerrando así el ciclo vital. Uniendo infancia y vejez, ambas etapas con miradas cristalinas, con secillos pensamientos, e inmensas emociones. Mirada con claridad supina donde disuelve la artificiosa realidad. Liberado de todo compromiso. Regrsa a su infancia, para ver el río de la vida transcurrir, y bañarse en ella.

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